Aunque el silencio de la noche trae en susurros tu nombre,
la brisa de la paz envuelve a mi alma,
razón que mantiene encendida la calma
se vierte como lava de un volcán rico en cobre.
Y la noche no deja de sorprender con su estigma.
Dudas, llantos, piedras y calor…
Aun perdura y repugna un dulce sabor
a ternuras que desatan
desquicios y reviven caricias.
El tiempo transforma en suplicios deseos no escritos.
Su pasar enjuaga sorpresas ocultas
que se esconden detrás de mentiras absolutas,
para que mi corazón te llame,
constantemente, a gritos.
N. L.
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